Reseña a la memoria de Bernardita Urrea Reyes
- Febrero 22, 2022

Nació un 14 de junio de 1927 en la ciudad de Rengo; su infancia y juventud, no obstante, se desarrolló en Santiago. Desde muy niña fue una mujer de fe y con una espiritualidad muy viva, por lo que, cuando conoció personalmente a su Salvador Jesucristo a la edad de 15 años, se enamoró del Señor y de su preciosa Palabra pasando a ser desde entonces una creyente que vivió y compartió su fe apasionadamente: enseñando, evangelizando, discipulando y encarnando el Evangelio y el amor de Cristo hacia todos los que interactuaron con ella.

Desde el día de su conversión, y la mayor parte de su vida, fue miembro en plena comunión de la Segunda Iglesia Presbiteriana, El Redentor. Contrajo matrimonio con otro joven presbiteriano, miembro de la Iglesia San Esteban, un 14 de junio de 1948 compartiendo 62 años de fructífera vida matrimonial, hasta la partida de quien fuera el Pastor Rodolfo Vilches Jiménez un 30 de marzo de 2010.  

Tuvieron ocho hijos. Todos nacidos y criados en la fe del Señor Jesucristo. Pero, además de los hijos y sus cónyuges, hay muchos otros acogidos por su corazón maternal, que la llamaron y la llaman “La Mamita”. A ellos se suman 21 nietos y 28 bisnietos.  Una linda familia a la que sostuvo y unió con sus consejos, su ejemplo y sus oraciones con una fidelidad ejemplar.

Tenía una voz maravillosa, limpia como el cristal, con la que alabó al Señor y transmitió a los hijos el amor por la música (además de cultivar el oído de ellos con todos los recursos que tuvo a su alcance, pues siempre hubo la mejor música en el hogar).

No sólo la música llenó su corazón. Durante muchos años cultivó las artes plásticas como ceramista profesional, creando y enseñando, especialmente el arte figurativo.

Como muchos de los de su generación, tuvo una educación formal limitada; pero fue una ávida lectora, autodidacta, compradora y consumidora de libros, por lo tanto, muy culta. Y no permitió que ninguno de sus hijos aspirara a menos que eso.

Pero, lejos, la lectura sistemática de la Biblia fue uno de sus afectos más fervientes. Sus Biblias terminaban hermosamente ajadas de tanto abrir sus páginas, con anotaciones en sus márgenes y con textos subrayados. Decía que hacía dos formas de lectura: una regular, rápida, para comprenderla como un todo; y otra lenta, meditada, estudiada, para extraer su esencia en cada versículo. ¡Y con cuánta pasión transmitía sus descubrimientos! Sus cercanos vieron sus suspiros, sus lágrimas y el brillo especial de su mirada cuando compartía sus lecturas.

En su iglesia, ejerció diversas funciones, pero la mayoría de ellas ligadas a la enseñanza y el liderazgo tanto en lo que fue la “Liga Femenina” como en el “Departamento Femenino”. Y no dudó en elevar valientemente su voz en las calles cuando fue necesario, para compartir el Evangelio de Salvación. Solía decir que su generación fue pionera en la predicación por las calles, mucho antes que otros grupos evangélicos.

Su hogar se abrió muchas veces para recibir huéspedes: estudiantes de seminario teológico, jóvenes que venían a reuniones o congresos, matrimonios con sus hijos que pasaban tiempos difíciles en lo económico. Fueron muchas familias que ellos acogieron con un corazón generoso, como una constante en sus vidas. Un testimonio de un gran impacto en la vida de muchas personas.

Desde los años 70, y por espacio de doce años, acompañó a su esposo Rodolfo en su labor como pastor en la Iglesia Presbiteriana de Chillán, trabajando con las hermanas de la Primera Iglesia y la naciente 2ª Iglesia en Población La Fuente.

Bernardita fue una mujer cristiana cuya sabiduría la hizo muy admirada, y que hoy nos deja a la edad de 94 años.

Con seguridad, como perlas, se recogerán muchas de sus frases didácticas, testimonios felices, ejemplos y enseñanzas. El tiempo las llevará inevitablemente al olvido, excepto en la memoria colectiva de los cercanos que la trascienden. Pero seguirán ejerciendo su influencia en este tiempo en todos los que la conocieron y escucharon.

Sabemos que ella rechazaría vehementemente atraer sobre sí alguna clase de elogio o mérito personal que subestimara la sola Gracia del Señor Jesucristo como fundamento y garantía de su salvación. Pero los que la conocimos tenemos la certeza de que ella oirá decir al Señor: “Bernardita, en lo poco fuiste fiel, sobre mucho te pondré. Entra en el gozo de tu Señor”.

A Dios sea toda la honra y toda la gloria.

LA FAMILIA

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