En el contexto de plantaciones de iglesias exigir cuentas efectivas no es una mera estrategia de gestión, es pastoreo. Y al pastorear de esta manera, las nuevas iglesias son edificadas, al menos en tres áreas.
Pr. Jonathan Muñoz V.
Plantador y Pastor de la 12ª Iglesia Presbiteriana de Santiago, “Iglesia UNO”, del P. Centro.
El pastor presbiteriano Eugene H. Peterson en su libro “A la sombra de la planta imprevisible”, cuenta que al inicio de su ministerio, mientras plantaba una iglesia, se dio cuenta que sus informes de plantador solo eran leídos en la sección cuantitativa donde se registraba el crecimiento numérico de miembros, asistentes y el cuadro de ingresos económicos. ¡Decepcionante, sin duda! Por esta razón, no hablaré únicamente de presentación de informes, sino también de la importancia de una rendición de cuentas efectiva.
¿A qué llamamos rendición de cuentas efectiva? Permítanme dar una definición con un par de directrices bien concretas y prácticas, para que nadie quede con dudas al respecto. Una rendición de cuentas efectiva es aquella que, al menos, tiene dos características:
- El plantador y su equipo están totalmente sujetos a un cuerpo eclesiástico (consistorio o presbiterio) que haya sido el que les delegó la autoridad y responsabilidad para plantar y que, por lo tanto, también se le puedan suspender, condicionar o, incluso, quitar de ser necesario, designando a otro plantador responsable o cambiando a personas del equipo. En palabras simples, que efectivamente se entienda y se sienta que el proyecto de plantación no es el “proyecto del pastor X” ni “del hermano Y”; sino que sea público y claro que es “el proyecto de la Iglesia X” o “del Presbiterio Y”.
- Existe un acompañamiento regular con entrevistas personales al plantador, al menos bimensualmente, para saber de su estado de salud espiritual, marital, familiar, mental y física; y con visitas a terreno, al menos trimestralmente, de algún representante del consistorio o de la comisión presbiterial con el fin de conocer a la congregación, participar de la adoración, de la comunión; y saber de sus necesidades, las de su equipo de liderazgo, mostrando también, en cada visita, que no son simples supervisores externos, sino los responsables últimos de la plantación, aquellos de quienes su plantador depende.
La mayoría de las veces, la rendición de cuentas efectiva tiene implicaciones prácticas que son de gran ayuda para la gestión del proyecto. Pero también hay que reconocer que, a veces, termina haciendo el trabajo más lento y difícil, especialmente cuando un consistorio o presbiterio son demasiado burocráticos o controladores; pero esto es asunto para otro artículo.
Por ahora, puntualizaré tres razones por las que una plantación de iglesias reformada debe rendir cuentas efectivamente:
1. Porque la plantación de una iglesia no es un emprendimiento personal, sino una extensión de la Iglesia de Cristo, una multiplicación de la Iglesia como organismo e institución.
Una lectura atenta al Libro IV, capítulos 5 al 7, de la “Dogmática Reformada” de Herman Bavinck, así como al contundente libro “La iglesia de Cristo” de James Bannerman y al breve texto de Charles Hodge “¿Qué es el presbiterianismo?”, es suficiente para comprender que el carácter orgánico y, a la vez, institucional de una iglesia reformada obligatoriamente hace que un misionero, evangelista o plantador de iglesias, jamás comience a ejecutar un proyecto por cuenta propia. Un plantador reformado espera hasta que la iglesia, mediante la autoridad de un consejo de ancianos, lo envíe.
Sin duda, el Espíritu Santo tiene diez mil maneras distintas de iniciar un proyecto de plantación. Tal vez, la figura ideal sea el proyecto concebido y trabajado por un consejo de presbíteros que, junto con la congregación, sueñan con extender el reino. Sin embargo, también el Espíritu puede dar inicio a un proyecto, poniendo en un individuo el anhelo, la idea y el plan de iniciar una obra, en un determinado lugar. En este último caso, si el que ha sido llamado es un verdadero reformado, entonces no dará inicio al proyecto mientras la iglesia no lo envíe oficialmente y, a su vez, para que eso ocurra, al menos dos cosas deben suceder: (1) un consejo de la iglesia debe “adueñarse” del proyecto, haciéndolo de la iglesia y ya no del individuo en cuestión y (2) el consejo debe enviar al plantador que ellos estimen conveniente para hacerse cargo del proyecto, el cual, por prudencia, casi siempre será la misma persona que lo concibió y presentó ante el consejo. En otras palabras, el consejo literalmente “le devuelve” el proyecto, pero para que él lo lleve a cabo no como un amo, sino como un simple mayordomo que rinde cuentas al consejo.
Recordemos que aún con toda la autoridad apostólica que él tenía y sabiendo que Cristo lo había llamado desde su misma conversión para predicar a los gentiles, el apóstol Pablo no se lanzó a sí mismo como llanero solitario a cumplir su llamado, sino que pacientemente esperó hasta que el consistorio de la iglesia de Antioquía lo enviase junto a Bernabé (Hechos 13:1-3).
En medio del movimiento de plantación de iglesias contemporáneo abundan los proyectos que funcionan con una forma de gobierno independiente, lo que genera un problema porque, muchas veces, los plantadores presbiterianos bebemos de esos manuales y experiencias de forma acrítica, olvidando que no estamos plantando iglesias bautistas ni congregacionalistas, sino presbiterianas, y que estas deben tener el sello de identidad eclesiológica que nos caracteriza.
Es frecuente entre plantadores, que se nombran así mismos como reformados, el usar el nombre de una iglesia o denominación solo como una especie de sponsor o auspiciador, el cual le autoriza a utilizar su nombre como marca (branding) para que no parezca que está “sin cobertura espiritual”. En la práctica, sin embargo, estas plantaciones no son más que proyectos personales y la demostración está en que, no pocas veces, estos plantadores son capaces de llevarse consigo al proyecto de plantación y ponerlo bajo la cobertura de otra denominación cuando las condiciones no les parecen apropiadas. No estoy negando que, en su misericordia, Dios obre en esos contextos, ni que Cristo sea predicado (Filipenses 1:18), pero también veo que allí se está buscando más las glorias humanas que la edificación de la Iglesia de Cristo y, ciertamente, es difícil poder clasificar tales plantaciones como iglesias genuinamente reformadas.
2. Porque así la congregación se sabe y siente parte de un cuerpo mayor desde sus inicios, con todos los desafíos y beneficios que ello implica.
Cuando la congregación de una plantación recibe regularmente la visita de presbíteros y pastores de la iglesia madre o de la comisión presbiterial y, además, el equipo de líderes es testigo directo de cómo el plantador no toma todas las decisiones autónomamente, sino que algunas, o varias, debe consultarlas al consejo responsable. Esto genera en la congregación una confianza, sobre todo cuando ven que el plantador puede estar tomando alguna mala decisión.
En un sentido bien concreto, además, el recibir apoyo financiero y/o donaciones (como un proyector, un par de parlantes, instrumentos musicales, biblias, material evangelístico, etcétera) de parte de una iglesia madre o de iglesias hermanas-mayores del presbiterio, hace que naturalmente se fortalezca un vínculo en el cual la congregación se siente sustentada por un cuerpo mayor a ella, quitando la sensación de vacío, sobre todo en aquellas temporadas en las cuales pueda haber estancamiento, decrecimiento o dificultades. En todo esto, la rendición de cuentas efectiva es altamente beneficiosa para forjar el carácter de una congregación.
Pero también es altamente formativo para una plantación que exista rendición de cuentas efectiva cuando quieren llevar a cabo algún plan o adquirir algún recurso, y el consejo responsable les dice que no. Esta amarga experiencia se vuelve una oportunidad para que aprendan, por un lado, a someterse a la autoridad de los consejos superiores y, por otro, a disentir sanamente, sin faltar el respeto a la autoridad, e insistiendo mediante argumentos más convincentes, en caso que lo crean necesario. Todo esto también es una experiencia pedagógica para una congregación en formación.
Además, un buen plantador anhela cultivar en la congregación una visión de reino que les permita mirar más allá de su propio metro cuadrado y gozarse en el hecho de que Cristo está edificando su iglesia en distintos contextos y de diversas maneras. En el caso de la Iglesia Presbiteriana de Chile esto se logra de forma muy concreta: haciendo que la congregación sea consciente y participe de las actividades presbiteriales y sinodales, y no solo de las locales. En el presente la Iglesia Presbiteriana de Chile tiene muchas iniciativas evangelísticas, sociales y misioneras en ejecución, lo que permite que iglesias jóvenes se abran gozosamente a reconocer cómo Dios actúa tanto en congregaciones centenarias como en congregaciones que solo tienen unos pocos años. Estoy convencido, por experiencia, que de esta manera se fortalece la visión de reino de una congregación joven.
3. Porque así se evita que tanto el plantador como los otros líderes se sobrepasen en sus atribuciones y cometan abusos.
Un delicado tema que tristemente ha surgido en el último tiempo en medios evangélicos norteamericanos, sobre todo de tendencia reformada, es el tema de los abusos, tanto sexuales, espirituales como de autoridad. La pregunta es simple y directa para las plantaciones que trabajan desde un paradigma eclesiológico congregacionalista e independiente: ¿a quién acuden los miembros del equipo de liderazgo y/o de la congregación si ven que su plantador está cometiendo algún tipo de abuso? Es una pregunta de difícil respuesta para ellos. Sin embargo, en una plantación que no solo es reformada en su doctrina, sino también en su organización eclesial, la respuesta es simple. Ellos acuden al consejo que encargó que esta iglesia fuese plantada, ya que ella no es un proyecto personal del plantador.
En ciertos casos, el plantador necesitará que se le reprenda, se le corrija y se le dé una supervisión más cercana; pero, en otros, se va a requerir de un proceso disciplinario que, según la gravedad de la ofensa, puede terminar tanto en una suspensión temporal como en destitución y hasta exclusión del rol de miembros; pero es un hecho que un plantador presbiteriano está efectivamente sujeto a la autoridad de un consejo.
No obstante, en nuestros contextos presbiterianos se necesita, no poca veces, algo más que los artículos del estatuto. Es imprescindible, por ejemplo, exigir informes regulares del plantador al presbiterio y al consistorio, y que se establezca que la sola negativa de presentarlos es causal de suspensión de sus funciones. Además, se debe visitar regularmente a la congregación, conversar y entrevistar a los hermanos y hermanas para conocer de ellos el testimonio y comportamiento del plantador. Si estas prácticas no se realizan con regularidad, el proyecto podría terminar en un trágico desenlace. Lamentablemente, he sido testigo de proyectos de plantación que se han ejecutado sin supervisión regular por años, llevando esto a un problema mayor cuando el consejo decide exigir rendición de cuentas. Esto termina, indudablemente, en un conflicto por cuanto ni el plantador ni la congregación estaban acostumbrados a la rendición de cuentas efectiva, sintiendo esa supervisión como una opresión de parte del consejo responsable. Esto debe evitarse a toda costa mediante supervisión regular.
La rendición de cuentas efectiva, debidamente entendida, es una forma de pastoreo, ya que el consejo responsable de la plantación, mediante el exigir cuentas, pastorea la vida del plantador y de su familia. Pero no solo eso. Mediante la supervisión regular en terreno se pastorea también a la misma congregación, recordándoles constantemente que, si en cualquier momento su plantador se extralimita en sus atribuciones, ellos tienen a quién acudir. Todo esto es muy sano ya que genera un ambiente menos propicio a situaciones de abuso. En este mundo caído, lamentablemente, es imposible impedir por completo los abusos, pero sí podemos hacer mucho para prevenirlos y, en caso que ocurran, para que sean tratados oportuna y eficazmente.
A modo de conclusión solo quiero volver a decirlo: exigir cuentas efectivas no es una mera estrategia de gestión, es pastoreo. Y al pastorear de esta manera las nuevas iglesias son edificadas al menos en tres áreas. Primero: se pone en práctica, desde el inicio, una eclesiología reformada, no quedando esta solo en el papel o como una mera teoría que recién se aplicará a la práctica cuando la iglesia se organice. Segundo: se educa a una congregación entera para que desde sus primeros pasos aprenda los beneficios y desafíos de ser parte de un cuerpo mayor. Tercero: se propicia un ambiente sano que permite aminorar las condiciones que generan situaciones de abuso tanto espiritual, como de autoridad e, incluso, sexual.
Gocémonos en poner en práctica, por lo tanto, la rendición de cuentas efectiva en nuestras plantaciones, a fin de levantar una próxima generación de iglesias sanas y fuertes que den testimonio eficaz del evangelio y del reino de nuestro Señor Jesucristo.