Una vida al servicio del Señor y Su iglesia
- Noviembre 12, 2024

En la historia de la Iglesia Presbiteriana de Chile (IPCH), el nombre del pastor Manuel Covarrubias Bravo es sinónimo de integridad, dedicación y amor inquebrantable por la obra del Señor. Su labor pastoral, marcada por una entrega sin límites y una pasión por la enseñanza y el servicio, dejó una impronta indeleble en la IPCH. En consulta con la familia, surgieron algunos nombres de hermanos que lo conocieron bien y compartieron su vida pastoral. A través de estas  entrevistas, exploramos las virtudes de su ministerio y su impacto en quienes lo rodearon.

El contexto y desafío de su ministerio

El pastor Manuel Covarrubias desarrolló su ministerio pastoral en tiempos complejos, durante las décadas de 1960, 1970 y 1980, cuando Chile enfrentaba crisis políticas y sociales significativas. Estos años de incertidumbre demandaron de los líderes religiosos no solo una fe inquebrantable, sino también valentía y sabiduría para guiar a sus congregaciones a través de los desafíos. Sergio Aguilera, presbítero que compartió muchos años bajo el liderazgo del pastor Covarrubias, relata que el pastor templó el carácter de muchos jóvenes presbiterianos durante estas décadas, cuando la protección de la iglesia y sus valores era una labor constante. “Era un tiempo de defender la iglesia y sus templos”, señala el Presbítero Sergio, subrayando la fuerza y el compromiso que el pastor Covarrubias demostró en cada momento.

Durante estos años, la Iglesia Presbiteriana de Concepción se convirtió en un bastión de resistencia y testimonio cristiano bajo el liderazgo del pastor Covarrubias. El presbítero Denis Riquelme destaca que “el pastor Covarrubias plasmó una particular mirada que sin estar ajena a esa situación nos llamaba a la libertad plena de conciencia para pensar desde el evangelio la mirada crítica de la sociedad y el mundo en que vivimos”, enseñando siempre a respetar a todas las personas. Esta es la marca indeleble en varias generaciones que le tocó pastorear, ya que fue una de las herramientas más poderosas en su labor, su apego permanente el evangelio y “la coherencia del hombre respecto a la fe que había abrazado” nos recuerda.

Felipe Villarroel, otro de los tantos presbíteros influido por su ministerio, destaca la centralidad de las Escrituras en la enseñanza del pastor, un enfoque que marcó la vida de muchos creyentes y los llevó a un compromiso más profundo con su fe. “Su ministerio se vio caracterizado por una permanente búsqueda de la santidad en la vida de cada uno de los miembros del Cuerpo de Cristo. A esas características se suma un amor y fidelidad inquebrantable a la Iglesia Presbiteriana de Chile”.

Un ministerio de presencia y acción

El pastor Manuel Covarrubias no era un líder que solo se limitara a hablar desde el púlpito; su ministerio se caracterizó por una cercanía genuina con los miembros de la iglesia. La hermana Juanita Marín, una de las entrevistadas para esta nota, recuerda con cariño la manera en que el pastor visitaba hogares, participaba en actividades familiares y asistía a los hermanos con cordialidad y empatía. “Fue muy cercano a la membresía, visitaba muy a menudo”, señala nuestra hermana, quien también destaca la capacidad del pastor de explicar las Escrituras de forma sencilla y clara, incluso cuando trataba temas complejos.

El hermano Manuel Sepúlveda, otro miembro de la congregación, describe con detalle cómo el pastor Manuel recorría los barrios de Concepción con su bicicleta y, posteriormente, con su motocicleta Motochi 50, llevando el mensaje del Evangelio a cada hogar. Esta dedicación a visitar a las familias y pastorear de manera tan dedicada es recordada como uno de los pilares de su ministerio y que trajo resultados, “en cada corazón alcanzado por la Palabra de Dios y por la obra del Espíritu Santo, disponiendo corazones de hombres y mujeres fieles en el trabajo de divulgación y el sostenimiento de la obra de proclamar la Buena Nueva de salvación”, afirma nuestro hermano Sepúlveda, quien también recuerda las lágrimas del pastor en momentos de pérdida del Presbítero Luis Tornería, un estrecho colaborador y amigo en el trabajo al Señor, evidenciando su corazón genuino y empático.

La Presbítero Lucy Gutierrez, recuerda que “muchas veces en sus visitas recibía un portazo en su cara, pero él insistía en llevar la Palabra a esa oveja perdida”, algo que reafirma el Presbítero Denis Riquelme, en su propia experiencia cuando joven frente a su alejamiento de la iglesia. La insistencia y la dedicación del Pastor Covarrubias de ir a buscarlo persistentemente, aún cuando no lo encontraba, lo esperaba hasta la noche en el Zastava amarillo que usaba para transporte escolar y que sus amigos ya reconocían. Hoy valora ese esfuerzo que dio fruto, y con gratitud y asombro destaca “el tiempo dedicado y el énfasis que puso en el pastoreo de su iglesia, de ejercer influencias y aperturas a nuestras vidas para un encuentro real con Jesús”.

Su legado educativo y una visión de futuro

La forma de enseñar del pastor Manuel Covarrubias se caracterizó por su claridad, simplicidad y profundo impacto espiritual. La presbítero Cecilia Salazar resalta la manera afectuosa en que se dirigía a la congregación, corrigiendo con amor y orientando sin dejar de lado la firmeza necesaria. Esta combinación de claridad, afecto y convicciones sólidas hizo de su enseñanza una guía que no solo instruía, sino que inspiraba y transformaba.

Este enfoque en la enseñanza fue otro de los aspectos que definieron su legado. El presbítero Felipe Viguera recuerda cómo, al predicar, el pastor manejaba conceptos teológicos e históricos con precisión, lo que lo hacía un expositor seguro y humilde a la vez. Era un pastor de carácter firme, con palabras precisas y directas que reflejaban su integridad y su arraigo en los principios presbiterianos. No era raro que el pastor promoviera reuniones de estudio profundo de la Biblia y motivara a los jóvenes a formarse teológicamente, una visión que, según el pastor Dagoberto Peñaloza, comenzó a dar frutos décadas después cuando hijos de familias pentecostales comenzaron a buscar respuestas en la fe reformada y a integrarse a la Iglesia Presbiteriana de Chile.

Pero, su legado educativo no solo se restringió a las necesidades inmediatas de las iglesias locales donde pastoreó, sino que también tenía una visión de futuro que buscaba asegurar la continuidad de la obra de Dios. El pastor Dagoberto nos recuerda que “su sueño era que la Iglesia Presbiteriana de Chile tuviera un Seminario, donde formar líderes y pastores; donde capacitar a los miembros en el servicio al Señor y a la iglesia”; algo que comenzó a materializarse en la década de 1990, sentando las bases para lo que hoy es una realidad con la Facultad de Teología Reformada. La Presbítero Lucy recuerda lo importante que era para él, este proyecto, “cuando lo llamaron a dirigir el Seminario Teológico de la iglesia, no dudó en trasladarse a Santiago, donde lo necesitaban y nos dejó después de habernos guiado por más de 30 años”. Este proyecto educativo de la iglesia permitió que nuevas generaciones de líderes se capaciten de forma integral, un hecho que resuena en las palabras del Pastor Dagoberto Peñaloza, quien lo llamó en una conversación personal de “Profeta Covarrubias” por su capacidad de prever lo que sucedería años después.

El Director de la Facultad, el Presbítero Felipe Villarroel recuerda una anécdota en la que, en medio de negociaciones por la Ley de Culto, Covarrubias demostró su valentía y principios inquebrantables. En una reunión, el representante de la iglesia católica sugirió restricciones a la libertad de culto por temor a la proliferación de cultos no tradicionales. El pastor Covarrubias, sin titubear, dijo: “Libertad religiosa o nada”. Este episodio es un testimonio de cómo su liderazgo no se limitaba a lo interno de la iglesia, sino que también buscaba influir positivamente en la sociedad, defendiendo principios de libertad y tolerancia.

Su predilección pastoral por la juventud y la niñez

El pastor Covarrubias no solo instruía desde el púlpito; su labor se extendía con especial atención a los jóvenes y niños. La presbítero Cecilia Salazar destaca, la constante preocupación por los niños en que los dejaran entrar al templo, “porque ellos también son muy importantes, en la grey del Señor”. El Presbítero Felipe Villarroel, recuerda con cariño y admiración, “su preocupación y dedicación respecto a los niños de nuestra Iglesia. En su labor pastoral e incluso en su predicación, los niños estuvieron en el foco de sus actividades y su enseñanza. Existen testimonios de cultos de domingo especialmente dirigidos a los niños, así como visitas en hogares, también especialmente dirigidas a los niños de la casa.”. El mismo pastor Dagoberto Peñaloza fue uno de esos niños, pues en una de las visitas a sus abuelos, “me invitó a sentarme en un piso a escuchar. Leyó un Salmo y lo explicó con sencillez y hablando directamente a mí, lo cual impactó mi vida de niño”.

Su preocupación por los niños y jóvenes de la iglesia, ha sido muy llamativa en los testimonios que escuchamos de nuestro pastor, “era muy afín con los jóvenes, a quienes trataba de guiar siempre y aconsejar. Jugaba con los niños, siempre enseñando de acuerdo a la Palabra.” recuerda la presbítero Lucy Gutierrez. Esta preocupación por los niños y jóvenes cimentó una generación de creyentes que, hasta el día de hoy, atesora las enseñanzas del pastor y las ha transmitido a sus propias familias, “hoy son muchos que pueden dar testimonio del impacto de este pastor en sus vidas. Muchos de esos niños y jóvenes hoy participan de consistorios y consejos de la IPCH”, destaca el Presbítero Denis Riquelme.

El presbítero Sergio Aguilera recuerda cómo el pastor Covarrubias recorría los hogares en bicicleta y luego en su icónico furgón amarillo, visitando a las familias y asegurándose de que los niños y jóvenes fueran parte activa y apreciada de la congregación. Organizó y participó en campamentos, dedicando semanas completas junto a su esposa a preparar comidas y actividades para los más jóvenes, creando espacios donde estos podían crecer en un entorno de fe y compañerismo. Esta dedicación, que antepuso muchas veces a sus propias necesidades personales, mostró su profundo deseo de que las nuevas generaciones conocieran y abrazaran la Palabra de Dios, sentando las bases de una iglesia comprometida y unida en su fe.

El legado del liderazgo servicial

El liderazgo del pastor Covarrubias se basaba en el ejemplo. Era un hombre que, a pesar de ocupar cargos de relevancia dentro de la iglesia y fuera de ella en representación de la iglesia evangélica, nunca dejó de involucrarse en las tareas más sencillas. La presbítero Cecilia Salazar menciona una anécdota ilustrativa: “Una vez, después de una reunión en el gobierno, se presentó la necesidad de arreglar unas cañerías en la iglesia. Sin dudarlo, se puso un overol y lo hizo él mismo”. Algo que recuerda con admiración y cariño también el pastor Dagoberto Peñaloza, “lo encontré en una oportunidad debajo del lavaplatos de la cocina de las oficinas del Sínodo, destapando o reparando el sifón. No tenía problemas por tomar una escoba y una pala para limpiar, o también reparar una llave.” O incluso cuando le reparó su zapato en una visita a su oficina, “entró a un cuarto donde guardaba muchas cosas, tomó una lija, le pasó al zapato, puso neoprén (había de todo en esa dependencia), mientras conversábamos, se secaba un poco el pegamento; luego unos martillazos y zapato reparado.”

Estas historias se repetían en diferentes escenarios y reflejan su humildad y sentido del deber. No importaba si se trataba de una tarea intelectual o manual, el Pastor Covarrubias creía que todas debían ser realizadas con el mismo nivel de excelencia y dedicación, enarbolando el lema de Soli Deo Gloria (Sólo a Dios sea la gloria).

Un pastor de relaciones que trascienden

El impacto del pastor Covarrubias no se mide únicamente por sus logros ministeriales, sino por la forma en que su vida tocó a las personas y dejó lecciones de integridad y fe. El hermano Ernesto Miranda, que ahora se congrega en otra denominación, recuerda “su orientación, su sabiduría, su fe inquebrantable, su insistencia en que debemos ser estudiantes permanentes y sistemáticos de la Palabra del Señor. Sus enseñanzas de la sana doctrina y de nuestra responsabilidad  de multiplicar los dones y talentos que el Señor nos ha dado, aún golpean mi mente, direccionando mi humilde servicio al Señor en cada una de las tareas que se me encomiendan en donde el Señor me tiene trabajando.”

El pastor Héctor Valderrama, quien fue guiado al ministerio pastoral por el pastor Covarrubias, destaca su fidelidad y su capacidad de crear un entorno donde la enseñanza se vivía de manera tangible, “grandes conversaciones con él, mucha sabiduría en sus palabras, celoso en guardar los estatutos de la Iglesia Presbiteriana de Chile, bíblico por excelencia, un buen amigo y compañero. Mi casa siempre fue su casa”, dice el pastor Hector, ilustrando el amor y la familiaridad que compartía con los miembros de su congregación en Yungay.

El compromiso con la excelencia y el servicio

Otra característica notable del pastor Manuel fue su compromiso con la excelencia en todo lo que hacía. La Hermana Juanita Marín señala que siempre instaba a los miembros a no conformarse con la mediocridad y a hacer todo con excelencia y devoción. Este compromiso no solo se reflejaba en su ministerio, sino también en su vida personal y su trato con los demás. El pastor era conocido por animar a los jóvenes a estudiar y a superarse, asegurándose de que entendieran que el conocimiento y la educación eran herramientas para glorificar a Dios y servir mejor al Señor y la sociedad, así lo recuerdan y coinciden los Presbíteros Denis Riquelme y Felipe Viguera, “nos enseñó a educarnos y nos estimuló a ello en todos los ámbitos. De las generaciones en que participé, la promoción de que fuéramos capaces de sobreponernos a nuestras condiciones y aspirar a estudiar para llegar a alturas que las academias nos permitieran. Y siempre pensando en mostrar a ese Jesús que tanto amó a través del evangelio que transforma vidas.”, “el pastor Manuel siempre solía repetir que el trabajo era una bendición… Era muy exigente con el concepto de responsabilidad en todo lo que hiciéramos, así como también con el respeto hacia el prójimo, hacia nuestras familias, a nosotros mismos y por sobre todo a Dios”.

Por otro lado, el presbítero Sergio Aguilera y el hermano Manuel Sepúlveda también coinciden en el mismo recuerdo, que al mismo tiempo que los instaba a vencer la mediocridad y a estudiar, les advertía que “no les creciera el pelo”, con esto quería decirles que nunca debían olvidar de donde venían o irse de su Iglesia, porque siempre decía: “a ustedes les crece el pelo y se van de la Iglesia, les queda chica”.

Su amor por la Iglesia Presbiteriana de Chile

El amor del pastor Covarrubias por la Iglesia Presbiteriana de Chile era algo que inspiraba a quienes lo rodeaban. El presbítero Denis Riquelme, describe al pastor Manuel como un ejemplo de perseverancia y administración fiel. Su enfoque en la transparencia y responsabilidad se manifestaba en pequeñas acciones cotidianas, como apagar las luces del templo para recordar que los recursos de la iglesia eran sagrados y debían ser usados con respeto y cuidado. Este compromiso no solo enseñó a los miembros a ser mejores administradores, sino que dejó un legado de integridad y amor por la iglesia que aún perdura en las generaciones actuales.

El pastor Dagoberto Peñaloza, por su parte, rememora su profunda fidelidad y entrega a la iglesia, destacando cómo, incluso en los momentos más desafiantes, su amor se intensificaba: “Mientras más problemas en la iglesia, más amo esta iglesia”, solía decir. Esta pasión se reflejaba en cada aspecto de su servicio, desde su liderazgo como Moderador del Sínodo hasta sus decisiones personales, como cuando declinó ser reelegido para permitir el avance y la adaptación de la iglesia a nuevos desafíos, demostrando su desinteresada devoción por el bienestar y desarrollo de la iglesia.

El pastor que nunca dejó de servir

El pastor Manuel Covarrubias Bravo fue un modelo de lo que significa ser un verdadero siervo de Dios. En palabras del Presbítero Denis, “su influencia no se mide en números, sino en las vidas que tocó y en las características que imprimió en su ministerio: sabiduría, prudencia, compromiso y honestidad”. Su ejemplo ha quedado grabado en la memoria de muchos, no solo por sus logros visibles, sino por los pequeños gestos de amor y cuidado que demostró a lo largo de su vida.

Las anécdotas sobre su sacrificio, como las visitas nocturnas a los hogares de los jóvenes que se alejaban de la iglesia, y su incansable dedicación, simbolizada en su inconfundible furgón amarillo, siguen siendo contadas y recordadas con cariño. El pastor Covarrubias no solo hablaba del amor de Cristo, sino que lo demostraba a través de su vida.

Conclusión

El legado ministerial del pastor Manuel Covarrubias Bravo es un testimonio vivo de lo que significa liderar con amor, integridad y entrega total. Su ministerio sigue siendo un ejemplo de humildad, servicio sacrificial y amor por la obra de Dios que inspira a las generaciones actuales y futuras a seguir sus pasos. De hecho, el Presbítero Denis concluye que “su humildad hoy le impediría recibir las muestras de reconocimiento que quisiéramos darle a un hombre de Dios que sin mayor pretensión que servir a su Dios entregó tanto a la IPCH durante muchos años”. En un mundo en constante cambio, la vida y obra del pastor Covarrubias nos recuerdan que la verdadera grandeza en el liderazgo se encuentra en el servicio humilde y en el compromiso inquebrantable con la fe y la comunidad.

Video Pastor Manuel Covarrubias Bravo – Fotos:

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